31 marzo, 2009

Tarde de evaluaciones = comentarios para delirar

Hoy ha sido uno de esos días intensos en los que una sale de casa sin hora de vuelta pero con la sensación de que el presagio volvería a cumplirse y que a estas horas me encontraría aquí pensando en esos comentarios que en unas ocasiones compartidos y en otras valorados, de forma muy personal, como disparatados, en las sesiones de evaluación se vierten. Porque sí, aunque les pueda parecer mentira a los que verdaderamente me conocen, estoy haciendo el intento de observar, escuchar y decir "no" de vez en cuando y eso te permite masticar la miga aunque en ocasiones siga siendo casi imposible digerirla.

Los niveles están por los suelos, las pruebas de diagnóstico llaman a nuestra puerta y yo me muero de ganas de elaborar una buena prueba y comprobar si verdaderamente mis alumnos/as han aprendido algo que el día de mañana les pueda ser de provecho o por el contrario han aprobado gracias más a mi esfuerzo y generosidad, que a su trabajo. Me temo, que el sol genera optimismo y aunque no creo que genere confusión, hay veces que confundimos el nivel de bondad de un niño con su nivel de formación/educación. ¿Acaso creemos que dejará de ser bueno si lo suspendemos? ¿pensamos que podemos estar uno y otro curso haciendo adaptaciones no significativas y emitiendo esos comentarios de "no llega pero se esfuerza y es tan bueno, que..." Hay que atender al alumno con dificultades de aprendizaje y ayudarlo en la medida de nuestras posibilidades, pero no podemos perder de vista que la ayuda tiene que reducirse a medida que se acerca a 4º de E.S.O, de lo contrario el día de mañana tendremos ciudadanos totalmente dependientes, no siempre lo suficientemente responsables y además, que no toleren la frustración y se rindan ante cualquier pequeño obstáculo.

Creo que sin darnos cuenta en unas ocasiones e intencionadamente en otras, estamos contribuyendo a que los niveles estén por los suelos y que por "a" o por "b" terminamos valorando a última hora lo que el alumno no ha hecho desde el primer día para poder tener un número de aprobados considerable que nos sirva de respaldo ante la administración, ante nuestros propios compañeros y ante nuestra propia persona. Dudamos de nuestra profesionalidad por temor a dar explicaciones llegado el momento y eso nos va matando poco a poco hasta el punto de comportarnos como nunca pensamos. Así, por una parte, hay quien se siente el malo de la película por el número de suspensos que su materia acumula, pero está convencido de que está haciendo las cosas tal y como quiere hacerlas y que sus alumnos/as saldrán bien preparados con independencia de la opción futura por la que opten. Lástima que estos sean una minoría. Por otra parte, hay quien no suspende a pesar de que el alumno le haga el día a día un infierno, porque el alumno aprueba los exámenes y se olvida que estamos formando seres de manera integral y en todo caso, preparándoles para la vida y no sólo formando individuos en áreas concretas. También hay quien hace recuperación de la recuperación hasta que el alumno acaba aprobando más por aburrimiento y dejar de hacer recuperaciones, que por esfuerzo y conocimiento. Pero los que más me encuentro, son los que piensan que el alumno ha mejorado y que por eso ya debe aprobarlo, olvidándose de los mínimos exigibles en el nivel en el que ese alumno se encuentra y dejando de lado el verdadero esfuerzo que superar esos mínimos supone; o aquellos otros, que no se bajan de la burra ni sabiendo que es su método de trabajo lo que es hora que cambien para facilitar realmente el aprendizaje del alumno/a.

Y mientras cada uno se ubica donde puede y hace lo que se le ocurre o le dejan, aparece la ayuda, de la ayuda, de la ayuda..., que la propia Junta de Extremadura ofrece para ayudar a los que estén en fundado riesgo de suspender, con independencia de lo que esté causando ese suspenso. Así nos encontramos con padres que estarán más que contentos en época de crisis porque se ahorrarán un dinero en clases particulares, con alumnos que no pensarán en lo que han hecho en dos trimestres pero, algunos de ellos, sí en lo que les pondrán en las pruebas extraordinarias y con profesores/as, con un programa que huele más a falacia que a libertad y que en todo caso divide al profesorado, aunque haya quien no se atreva a decir más que: cada uno que haga lo que quiera, yo respeto la decisión de los que participan... Y por si esto fuera poco, nos encontramos con una Administración dispuesta a atribuir a su programa unos méritos que nada tienen que ver con la efectividad del mismo, por mucho que las estadísticas mejoren de un trimestre a otro.

¡Señor mío!, no se si estoy perdiendo el norte, estoy ya demasiado cansada y de ahí vienen mis delirios nocturnos o verdaderamente más de uno podríamos decir ¡qué buenas personas son mis alumnos, pero qué poco saben!