18 enero, 2009

Un reencuentro de lo más especial con un viejo alumno

Tras estar toda una semana sin coche, ¡cómo lo he echado de menos!, se acercaba el momento de recuperarlo. Tras comer, llegué a la estación de autobuses para sacar el billete e iniciar el viaje rumbo a Plasencia. Una vez allí y con el billete en la mano, sólo pensaba en las horas de autobús que tenía por delante. Para no pensar demasiado decidí sacar un libro y ponerme a leer, pero cuando sólo llevaba unas líneas escuché:

-Maestra, ¿no se acuerda de mí?, usted me dio clase y me enseñó a leer y a escribir cuando estuvo en Monesterio.

Cuando volví la vista me encontré con un viejo alumno, un joven que ya nada tenía que ver con el niño que recordaba pero que mantenía la misma mirada pícara de entonces. Con cierto temor a equivocarme, pronuncié su nombre y apellidos, sin pensarlo dos veces, e iniciamos una larga charla sobre los cambios que se habían producido en nuestras vidas desde entonces. El tiempo pasaba y la charla que compartíamos pasó a convertirse, por mi parte, en un cariñoso sermón acompañado de algunos consejos para sobrevivir en los tiempos que corren. Poco después, cuando miré el reloj, comprobé que esta vez la que tenía que salir corriendo era yo y que el niño que tantas carreras echaba por los pasillos y tanto me había hecho correr, esta vez estaba dispuesto a seguir escuchándome y compartía algunas de mis propias palabras. Ahora sólo espero que nos volvamos a encontrar y que para entonces el título de la E.S.O ya esté entre sus manos.

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