Probablemente, seamos muchos los que recordemos a los cientos de personas que a mediados de noviembre del 2005, se manifestaban ante la Delegación Provincial de Educación, para protestar por la suspensión cautelar del maestro del Colegio Los Glacis de Badajoz. La indignación la sentimos, pero pocos nos movimos. La duda llegó a mezclarse con la indignación, e incluso, le ganó la partida a ésta en algunas ocasiones.
Recuerdo también, esa acusación de negligencia que se vertía por parte de unos padres sobre la Dirección de un colegio de Almendralejo y en la cual, nuevamente se ponía en tela de juicio la actuación de la maestra correspondiente. En este caso, se hacía alusión al acoso sufrido por una niña, tiñendo el asunto de una connotación racista. Nos sorprendió, la participación de los padres en los medios de comunicación aireando alegremente lo sucedido, con más intención de llenar el bolsillo que de denunciar los hechos; y también, nos sorprendieron, las declaraciones emitidas poco después, por la propia Asociación Romaní. De un día para otro, ya no se hablaba de un acto racista, las versiones pasaron a ser ambiguas y a ser consideradas, incluso, cosas de niños, malcriados (no podía ser de otra manera), pero niños; y del daño moral producido a la profesional correspondiente, se prefería no hablar. Otra vez, habíamos sido cabeza de turco, en la calle todo el mundo se atrevía a opinar sin conocimiento alguno del suceso y en la hoguera nuevamente estaba una compañera.
No puedo olvidar tampoco, la situación vivida, a principios de mayo de este mismo año, por los compañeros del Instituto de Educación Secundaria Maestro Gonzalo Korreas, de Jaraiz de la Vera. En esos días de calor, la temperatura subía en los centros por momentos, cuando algunos compañeros se atrevían a expresar la situación de abandono que estaban viviendo por parte de la Inspección Educativa, ante el ingente problema en el que se hallaban inmersos. Destacaban también en este caso, la participación activa de los padres durante estos días. Preocupante es que todos supiéramos, de antemano, de qué tipo de participación se trataba y que no nos sorprendiera, que los padres se hubieran unido a lanzar insultos y amenazas contra los docentes que durante tantos días, habían soportado las calumnias de sus brillantes hijos. Nuevamente sucedió y nuevamente se redujo nuestra participación a un tema de pasillo. Las propuestas de apoyo incluso podían parecer absurdas en algún caso; quizá en esos momentos, los kilómetros que había por medio nos hicieran vislumbrar que había más distancia y diferencia entre centros, de la que hoy consideramos.
Casos todos ellos, que se unen tristemente, en cuanto a vejación sufrida se refiere, al vivido estos días, por algunos de mis antiguos compañeros de trabajo. Suceso que acertadamente uno de los implicados ha hecho público a través de esta carta, pero que atañe a varios más. Como no podía ser de otro modo, las manifestaciones de apoyo también se sucedieron, las conversaciones en los pasillos, me consta, que se repitieron y las actuaciones, a nivel interno, también se produjeron.
Esta vez, espero un paso más por parte de todos para no caer en el mismo error nuevamente. Sólo el poner freno ya, evitará que muchos vivamos próximamente esta indigna e injusta experiencia en nuestras propias carnes y dará la razón a todos los profesionales que la tienen y la merecen.
Para los que lo vivieron y con los que no estuve como me hubiera gustado y para los que ahora lo están viviendo, todo mi apoyo.
Para terminar, una frase que ha hecho que dé rienda suelta a la expresión esta noche:
Me da pena que se admire el valor en la batalla,(Fito, Por la boca vive el pez).
menos mal que con los rifles no se matan las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario