Después de pasar la tarde entre folios, leyendo sin creer en lo que leía -no hay nada más aburrido- decido expresar esa opinión que por exigencias del guión no podré quizás manifestar en otra ocasión.
Paso de Lipman a Loscertales y después de empaparme de las ventajas del trabajo cooperativo en las aulas, pienso en esas ocasiones en las que he intentado trabajar con mis alumnos de este modo. Resultados, sólo regulares, nunca los esperados; en el mejor de los casos consigo una ligera aproximación a la consecución de los objetivos planteados. Motivos, la disposición del mobiliario en nuestras aulas no favorece este tipo de trabajo y cuando se decide apostar por él, contra viento y marea, te encuentras con alumnos que tienen que voltearse para poder hablar con sus compañeros, pasando así, a estar mal sentados. Este hecho, hace que te cuestiones si el dolor de espalda que tendrán dentro de unos años se compensa con lo que aprenderán en esa clase. Además, a esto se une el excesivo ruido si el grupo de alumnos es numeroso y el aula no todo lo grande que debiera, la falta de costumbre o entrenamiento por parte de los alumnos en esta forma de hacer y otros tantos obstáculos más. En los tiempos que corren, echo de menos esos grupos de alumnos sentados en círculo, debatiendo sobre un mismo tema, ayudándose los unos a los otros,... sí, exactamente todo eso que caracteriza a estos enfoques y que no tenemos siempre posibilidad de poner en marcha en nuestras aulas, porque nuestros políticos, entre otros muchas cosas, pasaron a la incorporación de los ordenadores en éstas, sin estudiar las teorías que a otros nos exigen conocer y la administración, por su parte, no está dispuesta a gastarse un euro en espacios -extra- para nuestros centro.
¿Has trabajado tú de forma cooperativa con unos treinta alumnos y en estas condiciones?, tu experiencia puede sernos útil a todos, cuéntala.
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